Historia de la catedral

Los precedentes de la Catedral:

El nombre originario de la Catedral, Santa María Hydrie, hace mención a su ubicación en la huerta, en una zona de abundante agua.

El edificio se encuentra bastante alejado de lo que sería la ciudad medieval construida en la otra margen del río Queiles, sobre la colina y dentro de un gran recinto amurallado.

Los estudios arqueológicos realizados durante la restauración del edificio han descubierto importantes estructuras que indican que desde época romana y durante los primeros siglos del cristianismo en este lugar pudo haber culto cristiano. Los restos arqueológicos encontrados son una necrópolis tardoromana, un edificio público de época bajo imperial con mosaicos policromos, y los precedentes cristianos de la propia catedral. Estas evidencias certifican que, con la reconquista de la ciudad a los musulmanes por Alfonso el Batallador en 1119 y la práctica de la fe cristiana, se decidiera recuperar este espacio tan relacionado con el origen del cristianismo en la ciudad.

Estas obras, las de la época románica de la catedral, dieron comienzo a mediados del siglo XII gracias al empeño de la turiasonense Teresa Cajal mediante la donación de todos sus bienes. Pero esta obra quedaría arrumbada por el proyecto de una iglesia gótica completamente nueva consagrada el 20 de abril de 1235 por el obispo García Frontín II. Desde entonces, hasta el día de hoy, la Catedral ha sufrido renovaciones y restauraciones continuas.

La apariencia mudéjar:

Aunque la fábrica del templo es de origen gótico, la apariencia mudéjar se corresponde con una posterior reforma realizada tras los graves destrozos provocados por la Guerra de los Dos Pedros. Esta guerra, de la segunda mitad del siglo XIV que enfrenta a Castilla y Aragón, afecta en gran medida a la Catedral debido a su situación extramuros y desprotegida de la ciudad.

Las reconstrucciones se desarrollaron entre los siglos XV y XVI lo que hace que se introduzcan importantes obras de estilo mudéjar como la reforma del claustro, la torre campanario, el cimborrio y el aspecto de la planta falsa que se encuentra sobre la nave central. Esta planta, con forma de galería, se compone de una sucesión de arcos de medio punto decorada con fajas de ladrillo en esquinilla y azulejos esmaltados en verde y morado.

La torre, aunque ya contaba con un primer cuerpo gótico levantado en piedra sillar, destaca por la decoración mudéjar en ladrillo ornado realizada antes de 1510 mediante fajas de espigas, dientes de sierra, rombos y arcos de medio punto. El último cuerpo no fue edificado hasta 1588, bajo el episcopado de Pedro Cerbuna. Consta de dos cuerpos decrecientes de planta octogonal con cuatro pequeños torreones en los ángulos.

Junto a la torre encontramos el gran cimborrio, de 24 metros de altura. Debido al mal estado de conservación del cimborrio primitivo, el arcediano Juan Gómez Muñoz sufragó la construcción del nuevo lucernario a cambio de ser enterrado en la capilla mayor. La fábrica dio comienzo en 1543 bajo la dirección de Juan Lucas Botero el Viejo, el mismo artífice que había llevado a cabo la reconstrucción del cimborrio de la catedral de Zaragoza y que trazó el de la catedral de Teruel. Sin embargo, Botero fallecería dos años después por lo que la conclusión de la obra quedó en manos de su hijo Juan Lucas Botero el Joven. En el exterior, el cimborrio está formado por la superposición de cuatro cuerpos decrecientes, y en el último cuerpo se dispone la capilla de Nuestra Señora del Cimborrio. Cuenta con decoración mudéjar en ladrillo y azulejos verdes y morados. En el segundo cuerpo del cimborrio encontramos un elemento decorativo aparecido en la restauración bajo capas de relleno, son los esgrafiados renacentistas del siglo XVI y de color blanco que decoran los arcos de medio punto y fondo negro.

El pórtico mayor:

En 1577 el tesorero Martín de Mezquita impulsó la reforma de la puerta ubicada en el brazo Norte del crucero, frente a la ciudad, para convertirla en la principal y con la condición de que se le permitiera disponer su sepultura debajo. Obtenida la autorización capitular, el promotor contrató al escultor turiasonense Bernal del Fuego para ejecutarla en 1578. Bajo la portada debía colocarse la lauda funeraria del tesorero Mezquita, en la que podría leerse “quien más hiciere pase adelante, que yo aquí me quedo”.

La portada está estructurada a partir de dos columnas de orden corintio a cada lado que enmarcan dos pisos de hornacinas con las esculturas de los Padres de la Iglesia. En el interior, un arco abocinado sostenido por cariátides; que representan a dos de las virtudes teologales (Fe y Esperanza) y a las virtudes cardinales (Justicia, Fortaleza, Prudencia y Templanza); alberga a la izquierda las imágenes de San Pablo y San Gaudioso, y a la derecha las de San Pedro y San Prudencio. Mientras, la bóveda que la cubre aparece presidida por varios angelotes sobre un fondo casetonado que rodean a la virtud teologal más importante, la Caridad. En las enjutas, dos ángeles sostienen la heráldica de Martín de Mezquita. Finalmente, en el remate de la portada distinguimos la escultura de la titular del templo, Nuestra Señora de la Huerta, flanqueada por San Miguel y el Ángel Custodio.

Nada se ha conservado del pórtico original que protegía esta portada, pues en 1735 fue sustituido por el actual, diseñado por el arquitecto carmelita Fr. José Alberto Pina y cuyo frontón alberga un relieve de la Anunciación. En la época del clasicismo barroco se quiso que este pórtico ocultara la apariencia de la vieja catedral, de ahí su gran tamaño y su forma. Los elementos que se querían enmascarar eran el cimborrio y la parte gótica, de hecho conforme uno se va acercando a la catedral deja de ver el cimborrio, hace falta estar a una distancia considerable para poder contemplarlo. Al margen de este hecho, cabe destacar que posee un gran valor escenográfico, englobado dentro de un planteamiento urbanístico, ya que se pretendía relacionar la catedral con el entorno urbano, más en concreto con la plaza de La Seo.

La convivencia entre el Gótico y el Renacimiento:

La belleza del interior del templo certifica que fue construido en un marco de relevancia política y religiosa de la ciudad de Tarazona, lo que explica su novedad entre las obras contemporáneas de la península y su aproximación a las catedrales de Burgos y Toledo como obras de similar significado en lo que respecta a la introducción del modo gótico en la construcción de catedrales. Esta catedral gótica tan temprana sólo pudo ser trazada por maestros franceses, ya que era un sistema totalmente desconocido hasta entonces.

La esbeltez del espacio de la nave principal, los pilares torales fasciculados, y los arcos apuntados, aún provocan la sensación de verticalidad característica del gótico. A media altura de los muros del crucero y de la capilla mayor, corre un elegante triforio con arquillos góticos del siglo XIII muy estrechos y apuntados, montados sobre ricos capiteles que descansan en esbeltas columnitas de sección circular u octogonal. Es de lo más primitivo del gótico peninsular y no se repite en ninguna otra catedral de Aragón. A esta verticalidad se sumaría una fuerte iluminación proveniente de unos amplísimos y rasgados ventanales que al interior fueron modificados en el siglo XVI, pero que todavía se pueden apreciar en el exterior de la iglesia, junto con los contrafuertes y arbotantes.

Si la construcción gótica no se hubiera alargado tanto en el tiempo y no se hubiesen sucedido las reformas mudéjares tras los graves daños padecidos durante la Guerra de los Dos Pedros, la seo turiasonense constituiría un buen ejemplo de arquitectura gótica de influencia francesa de España. No obstante, las aportaciones siguieron, y a los estilos gótico y mudéjar, les siguió la renovación del interior del templo según la estética renacentista.

Esta renovación comenzó con la contratación de la decoración del cimborrio a Alonso González en octubre de 1546. Un programa iconográfico realizado a grisalla que merece especial interés, por lo que se trata en un capítulo independiente. Tras la renovación del interior del cimborrio, el Cabildo satisfecho con las aportaciones de Alonso González, lo contrató para que transformara el espacio gótico en uno más acorde a los nuevos gustos renacentistas que el artista traía de Italia. Esto se consiguió en parte ocultando lo tectónico y restando verticalidad al edificio. Para ello añadió nervios de yeso en la bóveda de la nave central para que pareciera más plana en comparación con las laterales, y enriqueció todas las bóvedas con claves ó rosetones dorados de madera. Como curiosidad añadiremos que el dibujo que forman estas claves doradas y los nervios de las bóvedas tiene su reflejo en el suelo en forma de puntos blancos y líneas negras. González también recurrió a reducir el  tamaño del despiece de los sillares, para ampliar así visualmente el tamaño del espacio. Para ello revistió los muros de gris con falsas juntas blancas. Este revestimiento del siglo XVI es el que hoy se puede apreciar en prácticamente todo el templo, tras eliminar un revestimiento más oscuro del siglo XIX que lo ocultaba. Y finalmente, en su intento de eliminar la apariencia gótica del interior del templo, cubrió los esbeltos ventanales góticos de arcos apuntados y parteluz, con ventanales rectangulares de alabastro policromados enmarcados en una mazonería de yeso con relieves. Pero, a pesar de sus intentos el carácter gótico perdura y lo podemos seguir apreciando en la acumulación de líneas verticales, arcos apuntados y detalles de los pilares.

La decoración del cimborrio. La psicomaquia:

La construcción del cimborrio dio comienzo en 1543 gracias a la generosidad del arcediano Juan Gómez Muñoz, a quien hace alusión la inscripción que podemos leer en su interior. La ornamentación vino de la mano de su sobrino, asimismo llamado Juan Muñoz, que contrató a Alonso González en octubre de 1546 para realizar un repertorio italianizante y de extraordinaria calidad artística que sería la primera aportación para adaptar el interior del templo a la nueva moda renacentista.

Hay que decir que la escultura del interior del cimborrio; compuesta por un polígono estrellado sobre tambor compuesto por un friso de dragones y centauros, ocho hornacinas aveneradas con los apóstoles y San Juan Bautista, y ocho bustos en la linterna; junto con las extraordinarias pinturas a grisalla, que se ocultaron, bajo una capa de yeso, para seguir los dictámenes del Concilio de Trento sobre la representación de figuras desnudas, hacen que este conjunto sea único en las catedrales de Europa.

Las pinturas a grisalla, realizadas entre 1546 y 1549, son representaciones de cuerpo entero de personajes clásicos y bíblicos; Adán y Eva,  Safira y José, Dido y Eneas, Apolo y Venus, Judith y Holofernes, Periandro y Baco, Rafael y Tobías, y David y Hércules. Estas parejas están acompañadas de una segunda serie de personajes dispuestos en tondos circulares y que se corresponden con los bustos de; Cleopatra y César, Popea y Nerón, Helena y Paris, Ulises y Penélope, Faustina y Marco Aurelio, Asuero y Esther, Medusa y Perseo, y Ciro y Tomiris. Un programa que sólo entenderían los más cultos de la época y que los propios miembros del cabildo proporcionarían a Alonso González.

Esta psicomaquia fundada en la filosofía neoplatónica repite la misma idea cristiana que hemos visto en el bestiario medieval de la girola y la decoración del tornavoz del púlpito: la lucha de la razón y la Gracia para vencer a la tentación de los vicios, placeres deshonestos y bienes terrenos para alcanzar así la Virtud ó el Bien que San Agustín identificará con Dios.

Para la realización de estas pinturas se emplearon como modelo estampas italianas y flamencas, y gracias al sentido que adquieren algunas imágenes en el programa del cimborrio, ha podido identificarse el tema de la estampa original, lo que tiene una trascendencia a nivel internacional.

La Capilla Mayor:

La Capilla Mayor de la Catedral está dedicada a Santa María de la Huerta, a la que encontramos en el centro del retablo representada con sus atributos, la flor de lis y el niño Jesús con la granada.

En el presbiterio encontramos también la Cátedra, el sillón ó sede del Obispo, del que deriva el nombre del edificio, Catedral ó Seo. Y es que una catedral no es sino la sede de la cátedra del obispo, que gobierna la diócesis y orienta en la fe a la comunidad de fieles cristianos a él encomendada. La liturgia se reitera en la catedral con la esperanza cristiana de alabar espléndidamente a Dios para llegar a alcanzar, con Él, la gloria. Sólo si se conoce el sentido de este legado en el marco sacralizado de la vida puede comprenderse su valor en la Catedral, incluso si sólo se contempla desde el punto de vista artístico. Es la unidad indivisible entre la razón, la expresión de la belleza del artista y la fe en Jesucristo.

Aquí en la capilla mayor encontramos una conjunción de estilos y épocas en los diferentes revestimientos del paramento. La existencia de un gran andamiaje tanto en el interior como en el exterior de la Catedral durante las obras de restauración permitió el estudio de los muros aportando gran cantidad de información. Circunstancia que convierte a la seo de Tarazona en un ejemplo escaso en el panorama internacional en lo que se refiere al conocimiento de una fábrica de estas características. Las catas en muros y bóvedas también permitieron descubrir importantes evidencias decorativas, como el conjunto pictórico renacentista del tambor del cimborrio, y las pintura góticas ubicadas en diferentes puntos de la girola y del altar mayor.

Detrás del retablo se conserva el revestimiento que la Catedral tendría en el siglo XIII, fondo blanco con despiece de sillares en línea roja. Este revestimiento rojo era una envoltura completa que acompañaba a la policromía de escultura que todavía podemos observar en la decoración de los arcos y capiteles. Cuando se colocó el primer retablo en el siglo XV, anteriormente no habría tenido retablo, se volvió a pintar la catedral de blanco pero esta vez el despiece de los sillares se realizaría en color negro. Este revestimiento es el que se ha logrado rescatar en la capilla mayor junto con representaciones góticas en los diferentes pilares. En los de nuestra derecha encontramos a Santa Marta cocinando, la Fe, Santa Ana, San Pablo, y junto a él una mujer durmiendo. También en los pilares de la izquierda encontramos varias figuras femeninas sin identificar, y en el pilar más cercano al retablo una hornacina de piedra excavada que sería el sagrario de la Catedral gótica. Estas representaciones de trazo grueso y vivos colores, así como los diferentes revestimientos góticos, permanecían ocultos bajo capas de pintura que gracias a la restauración pudieron ser retiradas.

La modernización del presbiterio vino en el renacimiento de mano de Alonso González con la decoración del triforio, el revestimiento gris con el despiece del sillar en dorado, y sobre todo con las pinturas murales a grisalla sobre fondo dorado que encontramos en la bóveda. Estas pinturas realizadas entre 1562 y 1564 representan a los profetas, patriarcas y sibilas anunciando la venida de Cristo.

Son una de las joyas de la Catedral y nos recuerda a conjuntos italianos anteriores, como el pintado por Miguel Ángel entre 1508 y 1512 en la bóveda de la capilla Sixtina de Roma. Aunque estas pinturas nunca se ocultaron ha sido su restauración lo que las ha hecho famosas.

 El retablo mayor:

En origen la Catedral no tendría retablo por lo que la iconografía se representó pintada sobre los pilares, tal y como hoy podemos apreciar gracias a los trabajos de restauración. En el siglo XV se colocó el primer retablo, de proporciones más modestas al actual, realizado por Pere Johan, autor del retablo mayor de la Seo de Zaragoza. Lo único que se conserva del retablo primitivo es la imagen de Santa María de la Huerta, ya que cuando colocaron el nuevo retablo los fieles pidieron por aclamación popular preservar la antigua imagen.

El retablo actual es del siglo XVII y se levanta a expensas del Obispo de Tarazona Diego de Yepes, anteriormente prior de El Escorial y confesor del rey. Este majestuoso retablo de notable calidad esta realizado por el ensamblador Jaime Viñola y el escultor Pedro Martínez. Destaca su policromía, realizada por los turiasonenses Agustín Leonardo y Gil Ximénez Maza. Tiene detalles de una gran calidad artística como son los degradados de color, los esgrafiados, detalles de pedrería, la torsión de los cuerpos…

Bajo la imagen de la titular encontramos una pequeña ventana con una reja que alberga las reliquias del patrón de la ciudad de Tarazona, San Atilano, y que se sacan en procesión cada 28 de agosto.

En el retablo se acomodan relieves narrativos con los Gozos de la Virgen que son, comenzando por el piso inferior, la presentación de la Virgen en el Templo, la Anunciación, la adoración de los pastores y de los Reyes Magos, Pentecostés y la Ascensión de Cristo. Dos relieves más pequeños, que representan el Prendimiento y Cristo con la cruz a cuestas, flanquean el tabernáculo eucarístico, mientras que un Calvario decora el ático. Las calles exteriores cobijan a las imágenes de los santos patronos del obispado: San Prudencio, San Gaudioso, San Atilano y San Millán; San Pedro y San Pablo, y los cuatro Padres de la Iglesia; San Jerónimo, San Agustín, San Ambrosio y San Gregorio.

En el altar mayor encontramos también un frontal de plata. Se trata de una pieza rectangular realizada por el platero Lamberto Garro en 1717 bajo encargo del Cabildo por deseo del donante Diego Francés Urritigorri. Esta decorado con cinco escenas realizadas en relieve e insertas en marcos de plata dorada. La escena central corresponde al tema de la Anunciación y sobre la misma aparece el escudo del donante. Las otras cuatro escenas hacen referencia a los patronos de la diócesis, y una serie de representaciones menores de santos y virtudes completan el conjunto iconográfico. Esta obra barroca destaca por el tratamiento pictórico de las escenas, a las que se les da profundidad potenciando los contrastes de luz, así como por la calidad de los trabajos de repujado, cincelado, grabado a buril y dorado al fuego.

La girola:

Los nervios de la bóveda de la girola cuentan con sistemas decorativos en color rojo y blanco propios del revestimiento gótico que también encontramos en la capilla mayor.

Frente a la capilla de San Andrés nos encontramos con el trasagrario y la puerta de acceso a la capilla mayor. El conjunto pictórico que ocupa este espacio está relacionado con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento referentes a la eucaristía, y se realizó a comienzos del siglo XVII. Concretamente la pintura central está relacionada con el Maná y las pinturas laterales que completan el conjunto son, a la derecha, la cena pascual de la judíos cuando salen de Egipto liberados de la esclavitud y una representación de Aarón, y a la izquierda el profeta Elías, ante la aparición de un ángel que le ofrece el pan y el vino, y San Pablo.

Justo a cada lado de las puertas del trasagrario encontramos un conjunto de pinturas góticas de lo más peculiares que hacen referencia al bestiario medieval. Casi frente a la capilla de San Lorenzo, encontramos un ibis, un pájaro con aspecto semejante al avestruz, con una herradura en el pico la cual está a punto de tragar. Este animal del bestiario medieval, capaz de tragar y digerir hasta el hierro, representaba la capacidad para resistir cualquier tentación y no caer en el pecado. Justo al otro extremo de la puerta del trasgrario, frente a la capilla de San Vicente Ferrer, encontramos otra representación. En este caso se trata de una mantícora, monstruo de cuerpo de león y torso y cabeza humanos, que representa la atracción pecaminosa por el sonido que emite a través de su trompeta. El aspecto humano de esta fabulosa fiera disimulaba al mortífero animal que constituía su otra mitad, el cual mataba con sus garras y con los aguijones de su cola. Esta muerte era equivalente a la del alma por el pecado. Este conjunto de pinturas del siglo XIV podría ser el precedente del programa humanístico del combate de las pasiones representado en el siglo XVI tanto en el tornavoz del púlpito como en el cimborrio. 

La bóveda de esta parte de la girola presenta pinturas en grisalla al temple con la escena de los ángeles caídos, realizada en 1589. Es una imitación a las de Alonso González realizaría 25 años antes en la capilla mayor. Este conjunto iconográfico junto con la representación del bestiario medieval, refuerza la idea de que las armas del hombre frente a la tentación del pecado son la razón y la gracia divina.

Las capillas de la catedral comenzaron a abrirse en el siglo XIV, las primeras en la girola por ser el lugar más cercano a la capilla mayor. De los siglos XV y XVI son las más numerosas, aunque algunas se renovaron después, en los siglos XVII y XVIII.

El acceso a las dependencias privadas de la Catedral (sacristía, vestuario de canónigos y de beneficiados, sala capitular y archivo) esta bellamente decorado, con motivos heráldicos en tonos rojizos y una pintura mural de San Pablo.

La Catedral era la iglesia de los venticuatro canónigos y de los beneficiados del cabildo. En el siglo XVI, hay constancia de que había 200 personas realizando trabajos directamente relacionados con la catedral, entre ellos en mantenimiento de las instalaciones. Además, en el siglo XVIII se construyeron las casas de los canónigos, en la calle de San Antón.

De gran importancia es el archivo de la Catedral, que ha sido totalmente restaurado para que pueda conservarse en óptimas condiciones de conservación y seguridad. Guarda una colección de 168 códices, numerosos pergaminos medievales, 258 incunables y un riquísimo archivo documental a partir del siglo XIV. Cuenta con el archivo musical más rico de España en música religiosa del tiempo de los Reyes Católicos, y con documentos hebreos empleados para hacer las guardas de algunos libros.

Las marcas de cantero:

En cualquier rincón de la Catedral podemos apreciar numerosas marcas de cantero. El andamiaje durante las obras de restauración permitió registrarlas aportando una valiosa información para el estudio de la obra de la iglesia gótica.

Entre ellas destaca la flor de lis, una marca que podría testimoniar la procedencia francesa de los maestros que comenzaron a levantar la catedral.

El transepto y la portada del claustro:

La portada de acceso al claustro, de estilo plateresco del segundo cuarto del siglo XVI, es de un marcado dramatismo y exuberancia decorativa. Consta de un arco rebajado flanqueado por dos columnas sosteniendo el entablamento que culmina con un relieve del Creador.

Junto a esta portada encontramos el sepulcro más antiguo del templo. Bajo un arco gótico, se halla la escultura yacente del Obispo D. Manuel Jiménez de Urrea, fallecido en 1317, vestido de pontifical y asistido por ángeles. La urna es de piedra y contiene en sus nueve diminutos nichos góticos figurillas con cálices, incensarios y libros. Sobre el sepulcro un lienzo de San Jorge de la segunda mitad del siglo XVII, realizado por Vicente Berdusán.

También podemos divisar desde aquí uno de los ventanales de alabastro mejor conservados del templo. 

El coro:

Durante los trabajos de restauración el coro tuvo que ser trasladado al claustro, pero su reubicación ha devuelto el sentido original a la catedral, ya que es un elemento único de las catedrales. Sus usuarios son los 22 canónigos, y no la población local, y desde aquí hacían la liturgia cantada, a veces presididos por su obispo.

Protege la entrada una sencilla verja de hierro y bronce del siglo XV, con crestería muy exuberante y medallón con la Anunciación en el centro. En los extremos encontramos los escudos del obispo Sánchez de Castellar y la mazonería que enmarca la reja contiene lienzos de Vicente Berdusán.

La sillería está realizada en roble por los escultores zaragozanos Salvador Sariñena y Antón II Sariñena entre 1483 y 1486 por encargo del obispo D. Andrés Martínez Férriz. De líneas sencillas y elegantes, se ordena en dos pisos jerárquicos que distinguen el rango de sus ocupantes. Cuenta con decoración de tracerías góticas en los respaldos de la parte alta, mientras que los apoya manos cuentan con decoración vegetal, antropomorfa y de animales fantásticos. Los tres estalos más importantes están coronados por esbeltos tabernáculos piramidales.

El obispo Blas Serrate acometió entre 1714 y 1715 la obra del trascoro, que se caracteriza por ser una potente arquitectura clasicista que rodea a la sillería del coro.

Esta estructura se desmontó al trasladar el coro al claustro durante los trabajos de restauración, y se perdió en gran medida. Sólo se conservaron las partes que hoy vemos policromadas. El resto, enlucido de blanco, es una reconstrucción que pudo realizarse gracias a las piezas conservadas, los archivos fotográficos y un trabajo de estilo de orden arquitectónico.

A principios del siglo XX se colocó una vía sacra para delimitar el espacio que empleaban los capitulares para desplazarse del coro al presbiterio. Esta verja se conserva pero no se ha vuelto a colocar por su pérdida de funcionalidad.

El órgano:

El órgano, construido por el zaragozano Tomás Sánchez entre 1787 y 1790, sería reformado en el siglo XIX por Pedro Roqués, y en el siglo XX por sus hijos. Actualmente cuenta con dos teclados y 1500 tubos.

La intensa actividad y tradición musical de esta catedral, hizo que los órganos anteriores a éste se fueran reemplazando según los cambios de gusto de cada época. En torno a ellos trabajaron numerosos organeros conocidos de entre los que sobresale el francés Guillaume de Lupe quien durante 30 años trabajó en Tarazona.

 La decoración del púlpito:

La escalera del púlpito cuenta con una balaustrada, realizada en yeso, de estilo gótico mudéjar, mientras que la plataforma de forma octogonal, sostenida por tres esfinges, muestra relieves platerescos en sus paneles. En el panel central, encontramos un relieve del Ecce Homo rodeado por los instrumentos de la Pasión, representando así los diferentes peldaños de la escala humana.

Entre los años 30 y 40 del siglo XVI se instaló sobre el púlpito el tornavoz de madera tallada cuya iconografía atestigua el alto nivel cultural de los clérigos de la catedral. Y es que las imágenes que aquí se representan aluden a cómo Virgilio y David, dos hombres sabios, cayeron en situaciones embarazosas por no poder resistir la atracción de las mujeres. En el centro de las dos parejas encontramos la representación del hombre común, armado con el yelmo para combatir las pasiones. Esta erudita representación sigue la idea cristiana representada en la girola a través del bestiario medieval. Cómo ni los más sabios ni los elegidos por Dios estaban libres de caer en la tentación del pecado, contra la que había que luchar sin descanso para defender la virtud y alcanzar la gloria.

Catedral Tarazona

El Claustro:

El claustro original de la catedral era más pequeño que el actual, estaba realizado en piedra y contaba con relieves que narraban la pasión de Cristo, pero también padeció enormemente con la Guerra de los Dos Pedros, por lo que el claustro medieval fue derribado para construir otro de envergadura mucho mayor a partir de 1500 bajo el patrocinio del obispo Guillén Ramón de Moncada.

Su máximo interés se halla en la solución que el mudéjar Alí Pex concedió a la fachada del patio, formada por arcadas apuntadas con vanos de medio punto revestidos por celosías de yeso que tamizan la luz y dotan al espacio de una gran intimidad evocando la naturaleza infinita  propia de la estética musulmana, una amplificación de un recurso característico del arte mudéjar que no tiene parangón en la península.

Muchas de estas celosías fueron reconstruidas entre 1939 y 1941, ya que habían sido destruidas con la apertura de capillas en el patio interior durante la Edad Moderna.

Los pasillos del claustro cuentan con bóvedas de crucería con terceletes que descansan en ménsulas decoradas con motivos vegetales y figurativos de carácter religioso o burlesco.

Capillas de la girola:

Entrando por la Nave del Evangelio.

Capilla de la Inmaculada Concepción:

La capilla de la Purísima ocupa los dos primeros tramos de la girola por el lado del Evangelio, por lo que se accede a través de dos arcos apuntados. Este espacio, fundado por los hermanos Conchillos como panteón familiar, está cubierto por una bóveda de crucería estrellada decorada con interesantes claves. En el muro frontero, bajo un arcosolio doble con la heráldica de la familia, se conservan los sepulcros de Lope Conchillos, deán de la seo turiasonense y de Gonzalo Conchillos, deán de la catedral de Jaca, datados hacia 1525.

El retablo de escultura dedicado a la Inmaculada Concepción, titular del recinto, se ubica en el muro de la derecha. Fue contratado por Jaime Conchillos, obispo de Lérida y hermano del deán Gonzalo, con el imaginero Juan de Moreto en 1535, siendo policromado y dorado por los pintores Prudencio de Lapuente y Antón de Plasencia.

Capilla de los Santos Prudencio, Lorenzo y Catalina:

Esta capilla de triple advocación perteneció a la familia de los Calvillo. En ella se conservan los sepulcros de sus dos miembros más notables; el obispo Pedro Pérez Calvillo, a la izquierda, y el cardenal Fernando Pérez Calvillo, su hermano, a la derecha; labrados en alabastro con gran suntuosidad por el escultor catalán Pedro Corcán entre 1404 y 1405.

El retablo, sufragado por los Pérez Calvillo, lo pintó Juan de Leví entre 1401 y 1408. El estilo pictórico de Leví se caracteriza por presentar un dibujo nervioso a la par que minucioso, preciosista, de gran refinamiento y rellenado con una amplia y agradable gama cromática; con él se introduce la pintura del gótico internacional en tierras aragonesas.

El magnífico mueble, de monumentales dimensiones, corresponde a las tres advocaciones titulares: San Prudencio, San Lorenzo y Santa Catalina. Se compone de un banco de nueve casas y un cuerpo formado, en realidad, por tres retablos en uno solo ya que consta de nueve calles en total, tres para cada santo. Las representaciones de cuerpo entero de los titulares ocupan la calle central de sus respectivos retablos, mientras que el resto de las tablas muestran escenas de sus respectivas vidas.

Durante los trabajos de restauración del templo se han recuperado vestigios de la decoración mural original de la capilla, asimismo llevada a cabo por el pintor Juan de Leví.

 Capilla de San Lorenzo:

El cabildo catedralicio concedió el permiso para construir la capilla de San Lorenzo a Juan Carnicer en 1520.

La mazonería del retablo dedicado a San Lorenzo fue realizada por el escultor Esteban de Obray en 1532 y la pintura y el dorado por el castellano afincado en Zaragoza Juan Fernández Rodríguez en 1536. De abajo hacia arriba, distinguimos a San Bartolomé, San Jerónimo, San Gregorio y San Benito flanqueando una preciosa y detallista escena del Descendimiento. En el primer cuerpo se representa a San Juan Bautista a la izquierda, a San Lorenzo en el centro, y a Santo Tomás de Canterbury a la derecha. Y en el segundo cuerpo encontramos a San Miguel con el demonio, a la Virgen de Monserrat con el niño Jesús serrando el monte, y a San Onofre. El Calvario aparece flanqueado por la heráldica de los mercaderes Juan de Cervera y Antón de Segarra, comitentes de la máquina.

Capilla de San Andrés:

En la portada de acceso a la Capilla de San Andrés encontramos la representación de la Virgen embarazada. Se le conoce con diferentes nombres, Nuestra Señora de la Dulce Espera, Virgen de la Esperanza ó Nuestra Señora de la O, a causa de la forma ovoidal de su vientre abombado. A finales de la Edad Media se instituyó esta fiesta, que conmemora la proximidad del nacimiento de Cristo, y se celebra el 18 de diciembre. En la misma portada encontramos al arcángel San Gabriel, por lo que ambas esculturas representan la Anunciación, advocación que tendría en origen esta capilla.

La capilla de San Andrés es un ámbito de gran profundidad compuesto por dos tramos cubiertos con bóveda de crucería estrellada. Su construcción fue acometida por el obispo Andrés Martínez Férriz en los años finales del siglo XV, aunque su estado actual corresponde al tercer cuarto del siglo XVI. En los años finales del siglo XVII la capilla sufrió una importante remodelación por la que se colocaron en los muros laterales unos paneles decorativos de estuco policromado imitando incrustaciones de mármoles de colores y jaspes con motivos geométricos y jarrones de flores.

El retablo, de madera dorada y policromada en tonos azules, verdes y ocres, consta de banco, con los lienzos de San Raimundo de Fitero y de San Francisco Javier, cuerpo con la pintura titular del Martirio de San Andrés, y ático presidido por la Anunciación.

Los muros de la capilla están ocupados por cuatro lienzos barrocos de grandes dimensiones con escenas de la vida y martirio de San Andrés: San Andrés ante el juez, San Andrés camino del martirio, Descendimiento de San Andrés, y el Entierro de San Andrés, copia de los existentes en la iglesia de San Andrés al Celio de Roma.

Capilla de San Vicente Ferrer: NO VISITABLE

A la capilla de San Vicente Ferrer se accede a través de un arco de medio punto con intradós casetonado. Las obras de la capilla primitiva, bajo el patrocinio de la Virgen del Pilar, debieron comenzar en 1689 y sirvieron como lugar de enterramiento de los racioneros de la catedral. Actualmente es un ámbito de planta cuadrada cubierto con cúpula sobre pechinas con linterna, decorada con motivos vegetales, ángeles y anagramas marianos sobre fondos azules. Acoge un retablo rococó con imágenes de San Ramón Nonato, San Vicente Ferrer, y San Pedro de Alcántara, y ático presidido por una escultura de cronología anterior de Santa Marta. Todo fue costeado por Gonzalo Machuca en la segunda mitad del siglo XVIII.

Capilla de la Virgen del Rosario: NO VISITABLE

Uno de los espacios más interesantes desde un punto de vista arquitectónico de este templo es la capilla de la Virgen del Rosario ya que conserva su fábrica gótica original.

La mazonería del retablo, del estilo de Juan de Heredia, fue confeccionada en torno a 1520 para ensamblar un conjunto de piezas preexistentes. La escultura titular de la Virgen sedente con el Niño es gótica, de fines del siglo XIII, y en origen sería la imagen titular del templo, la primera Virgen de la Huerta. El resto son pinturas sobre tabla relacionadas con la escuela gótica de Calatayud del tercer cuarto del siglo XV. De igual forma, el frontal de altar resultó de la combinación de cinco tablas, tres en el frente y dos en los laterales, próximas a la obra del pintor Juan Fernández Rodríguez, autor del retablo de San Lorenzo.

Capillas de la nave de la Epístola:

Capilla de la Piedad:

La capilla de la Piedad data de 1773. Las obras fueron sufragadas por el difunto Esteban Vilanova y Colomer, obispo de la diócesis de Tarazona. Los trabajos estuvieron a cargo del maestro de obras turiasonense José Cándido Basurte.

En los muros laterales distinguimos dos lienzos en los que aparecen representados el Ecce Homo y la Oración en el Huerto, y en la cúpula una serie de pinturas de las mujeres fuertes del Antiguo Testamento, de las que sólo se conservan Esther y Judit.

El retablo, del escultor zaragozano Francisco de Messam, cuenta con altorrelieves de San Francisco de Paula y de San Ignacio de Loyola. La hornacina de la casa central alberga una bellísima imagen de la Piedad esculpida por el académico Francisco Gutiérrez antes de 1772, autor de la Cibeles de Madrid, y a ambos lados, encontramos a dos santos obispos identificables con San Atilano, patrón de Tarazona, y San Ildefonso. Sobre la imagen de la Piedad se sitúa un medallón con la representación de San Esteban, y un gran frontón curvo partido con un ángel recostado a cada lado cobija un tondo con la escena de la Transfiguración, titularidad primigenia de esta capilla.

Capilla del Carmen:

La advocación de la siguiente capilla, la Virgen del Carmen, data de los años centrales del siglo XX. Está cubierta por una bóveda de crucería estrellada decorada con claves de madera y está presidida por imágenes de producción industrial de San Juan de la Cruz, de la Virgen del Carmen y de Santa Teresa de Jesús.

Capilla de San Pedro y San Pablo:

La capilla dedicada a San Pedro y San Pablo, se levantó en 1514 aunque la cubierta fue renovada en el siglo XVII.

Fue promovida por Pedro Pérez de Añón y Coloma, canónigo y deán turiasonense. En el muro lateral de la izquierda encontramos su sepulcro bajo arcosolio y justo en frente el de su sobrino Miguel de Erla y Añón, también deán de la Catedral. Este último fue ejecutado por el escultor francés Pierres del Fuego en 1554. El espacio existente entre los sepulcros y el entablamento que recorre la capilla permanece abierto mediante una galería de arcos que cobijan ocho imágenes de bulto de apreciable calidad, realizadas poco antes de 1525.

El retablo de escultura debió ser ejecutado entre 1514 y 1519 por Juan de Heredia. En su parte inferior se alojan las imágenes de Jeremías, Daniel, Ezequiel e Isaías. En el centro una doble hornacina acoge a los titulares con sus respectivos atributos, las llaves de San Pedro y la espada de San Pablo, flanqueados por otros dos santos obispos, y sobre ellos, en el ático, el característico Calvario.

Capilla de San Juan Bautista:

Sabemos que la capilla dedicada a San Juan Bautista ya estaba en pie en 1533 y que fue promovida por el mercader Juan de Casanate para servir de lugar de enterramiento para su familia.

Hacia 1540 Luis y Pedro, hijos del fundador, debieron contratar al pintor zaragozano Jerónimo Vallejo Cosida para que diseñara y ejecutara el retablo. La parte de mayor calidad de la pieza radica en las pinturas. En el frente de los cuatro plintos están representadas Santa Margarita, Santa Cecilia, Santa Tecla, y Santa María Egipciaca; en las tres casas del banco se disponen una bella representación de la Presentación de la Virgen en el Templo flanqueada por San Pedro y San Eloy, a la izquierda, y San Ambrosio y San Luis de Francia, a la derecha. La calle central del cuerpo alberga la escena de la Degollación de San Juan Bautista sobre la que distinguimos un medallón con el Agnus Dei sostenido por dos ángeles. Las cuatro escenas de las calles laterales son el Nacimiento de San Juan y el Bautismo de Cristo, a la izquierda, y Salomé presentando la cabeza del Precursor a Herodes y la Predicación del Bautista, a la derecha. Finalmente, el Calvario remata el conjunto.

Capilla de la Anunciación: NO VISITABLE

La capilla de la Anunciación es la de menores dimensiones de toda la Seo. Ocupa la parte baja del arranque de la segunda torre de la catedral.

La capilla fue fundada por Agustín Marcén en 1505 y se cubre con bóveda de crucería simple. Está presidida por un retablo de madera que alberga el lienzo de la escena titular, todo del siglo XVIII.

Capilla de San Clemente y Santa Lucía:

A los pies de la nave, Clemente Serrano, vicario general del obispado y canónigo de la catedral entre 1557 y 1607, fundó en 1594 la capilla dedicada a San Clemente y Santa Lucía con intención funeraria.

Aunque no disponemos de datos documentales que nos clarifiquen la autoría del retablo, es apreciable su notable calidad. La bella escultura de San Clemente está flanqueada por lienzos de de San Jerónimo penitente y de San José con el Niño, y en el ático,  encontramos la imagen de Santa Lucía entre los lienzos de San Bernardo con la Virgen y de San Diego de Alcalá.

La ampliación barroca a los pies del templo:

Una de las aportaciones barrocas más importantes es el cuerpo que se añade a los pies de la catedral con la intención de poder albergar el órgano en el espacio superior. Esta ampliación, realizada por el arquitecto Fernando Martínez de Ordoio con el consentimiento de la Academia de San Luis, se caracteriza por ser una obra clasicista con un particular acabado de color blanco y cornisas en gris claro que se ha podido recuperar en la restauración.

Bajo esta zona a los pies del templo se ha encontrado un martyrium, una zona cementerial relacionada con el primer cristianismo. Y junto a la pila bautismal, realizada en conglomerado marmóreo, todavía podemos observar restos de la planta medieval de la catedral.

También aquí se encontraría el antiguo pórtico medieval, que abriría hacia la Calle de San Antón. Pero con esta ampliación barroca necesaria para ubicar el órgano, se anula esta entrada y se lleva a cabo la apertura del nuevo pórtico pequeño que mira hacia la ciudad.

En esta zona podemos contemplar el bello retablo que decora el trascoro.

Capillas de la nave del Evangelio:

Cristo Crucificado: 

Retablo a los pies de la nave del Evangelio. 

 

Capilla de la Visitación:  NO VISITABLE

La capilla de la Visitación fue instituida por Domingo Villalón, arcediano de Calatayud, en 1514 y ya debía estar finalizada para 1520, fecha de su muerte. Sus armas campean en el arco de acceso a la capilla.

Este espacio lo preside un interesante retablo creado mediante dos materiales distintos: la madera policromada y dorada para la mazonería y el alabastro para las esculturas. La mazonería puede atribuirse al escultor de origen francés Esteban de Obray. En el centro del retablo se encuentra la escena de la Visitación, y de los Nacimientos de Jesús y San Juan Bautista. En el ático se dispone, vacía, la Cruz de Cristo flanqueada por los dos ladrones.

Capilla de Santiago: EN RESTAURACIÓN

Dedicada al apóstol Santiago, esta capilla se levantó hacia 1490, momento en el que sus muros se decoraron con una serie de pinturas. La portada de yeso da paso a un recinto cubierto con bóveda de terceletes en cuyos arranques se sitúan imágenes de yeso con los evangelistas sentados mientras escriben.

Preside un retablo adosado al muro derecho y no al frente, como es habitual, sufragado por Anton Muñoz, protonotario de la Sede Apostólica y arcediano de Tarazona. Realizado en escultura y pintura sobre tabla, la imagen titular muestra al apóstol vestido de peregrino.

El resto del retablo se completa mediante óleos sobre tabla en los que se representa a María Salomé, María Magdalena, la Virgen, San Juan, María Cleofé y Marta en el banco, mientras que las calles laterales están ocupadas por la Predicación de Santiago y la Conversión de Philetes y Hermógenes, a la izquierda, y la Aparición de la Virgen a Santiago y su Decapitación, a la derecha. Estas tablas han sido atribuidas al pintor Pedro Díaz de Oviedo.

Capilla de la Purificación:

Denominada también de los Talavera, fue erigida por el chantre de la catedral Antón I Talavera en los años finales del siglo XV, aunque fue rehecha enteramente a partir de 1551.

Las tablas del retablo fueron llevadas a cabo por el pintor Martín Bernat en 1493 e incluidas en una nueva mazonería contratada con Juan de Heredia en 1519.

En los muros que flanquean el retablo, apreciamos una decoración renacentista compuesta por un friso de centauros, grifos y medallones, así como la representación de los apóstoles en grisalla perfectamente identificados y que han sido atribuidos a Alonso González. Y en la pared orientada al Norte se disponen los sepulcros dobles del promotor y de su hermano Pedro Talavera; baile y merino de Tarazona; y de Ana de Guarás y su hija María Talavera.

La verja, forjada en hierro por Hernando de Ávila el Viejo en 1555, es una de las piezas más notables de su género de todo Aragón.

Capilla de la Virgen del Pilar: NO VISITABLE

Este espacio que nos ocupa se construyó en honor a Santa Marta, aunque con motivo de su reconstrucción en 1760 cambió su advocación por la de San Vicente mártir. En origen la capilla de la Virgen del Pilar estaba ubicada en la girola, pero en 1929 se intercambió la advocación de ambas capillas, de tal forma que actualmente ésta es la capilla dedicada a la Virgen del Pilar y la capilla de la girola ha pasado a ser la de San Vicente mártir.

La mazonería del retablo, dorada y policromada en color blanco, se ornamenta mediante motivos vegetales y guirnaldas de frutas. En los primeros años de la década de 1690 Vicente Berdusán fue llamado por el cabildo de la catedral para pintar todos los lienzos del retablo que representan, de izquierda a derecha, a una santa mártir sin identificar, a San Juan Bautista, a San Esteban, y a una segunda mártir. Una hornacina cobija la escultura de la titular y los lienzos de la calle izquierda se encuentran prácticamente perdidos, aunque gracias a la identificación de los de la calle derecha, San Atilano y San Raimundo Serra podemos aventurar que se tratan de San Gaudioso y San Prudencio, copatronos de la diócesis de Tarazona. El ático, de mayores dimensiones y de mejor calidad, muestra a Santiago en la batalla de Clavijo.